En la anterior newsletter os adelantaba un nuevo proyecto que tengo entre manos y que me hace muchísima ilusión.
Se trata de un espacio físico que me va a permitir continuar con mis acompañamientos de salud y nutrición desde un plano más terrenal, donde las pantallas y los cascos darán paso al contacto y a la exploración física.
También os contaba que voy a compartir este espacio con una persona allegada a mí. Ella es psicóloga clínica y, además de ser una excelente profesional, es una bellísima persona.
Una de esas personas que te aportan y nutren, que respeta tus espacios y tus tiempos, que crea un ambiente de confianza en el que te sientes segura, que sabe escuchar y con la que te sientes libre de ser como eres y, además, posee un gran sentido del humor.
Así es Irene para mí.
Pues bien, una vez que ambas decidimos iniciar esta aventura conjunta, lo primero que debíamos hacer era encontrar ese espacio.
Teníamos claro cuáles eran nuestros requisitos.
Queríamos un local bien ubicado, que tuviera como mínimo 2 consultas, que esas consultas fuesen amplias y con mucha luz, que tuviera una sala de espera para los pacientes, que tuviese una buena accesibilidad, en el que no hubiese que hacer obra grande y, por supuesto, que nos saliese a buen precio.
No pedimos tanto, ¿verdad?
Iniciamos la búsqueda con toda nuestra buena disposición y unos cuantos filtros de búsqueda.
Enseguida nos dimos cuenta de que debíamos ser un poco más flexibles y ampliar esos ratios, lo que suponía más dinero y en algún caso desviarnos del centro de la ciudad.
Total que durante un mes y algo valoramos y visitamos diferentes locales que no cumplían con nuestras expectativas: o eran muy viejos, o había que hacer una obra mayor, o alguno de los despachos no tenía ventanas, o no tenían un acceso adecuado o eran demasiado caros…
Descartamos todos esos locales porque sabíamos que nuestro espacio ideal estaba ahí fuera, esperándonos, tan solo debíamos encontrarlo.
Y finalmente nuestro local ideal llegó el 1 de Diciembre.
En cuanto lo vimos, ambas supimos que era él.
No solo cumplía con nuestros requisitos actuales, sino que nos transmitía una sensación de calidez (aún estando completamente vacío), y en el que enseguida nos proyectamos y nos veíamos trabajando.
Recuerdo que, al salir de la visita con la chica de la inmobiliaria, Irene me miró y me dijo:
- “Tía, ¿por qué no estamos saltando de alegría?”
Y yo le contesté:
- “Tengo que asimilar esto que acaba de ocurrir. Creo que todavía no me lo creo”
¡Habíamos encontrado el local!
Ahora debíamos aportarle luz (literalmente, ya que teníamos que dar de alta la electricidad), pintar las paredes, añadirle muebles y otros elementos decorativos para convertirlo en un espacio cálido y acogedor. En casa.
A la vez que nos ocupábamos de la parte más creativa, estética y divertida del negocio, también debíamos hacer frente a los múltiples requisitos exigidos por Sanidad para conseguir la autorización de funcionamiento de un centro sanitario (la parte más ardua de la ecuación, bajo mi punto de vista).
Y en este punto nos encontramos en la actualidad. Nadando entre autorizaciones, licencias, memorias, planos, seguros, etc…
En la próxima newsletter te contaré cómo está siendo el cambio, no solo físico del local sino todo lo que está suponiendo este cambio a un nivel más profundo y personal.