Estos últimos meses están siendo una montaña rusa a nivel emocional.
Hasta hace poco me encontraba al otro lado de la pantalla, en el calorcito del hogar, con una falsa sensación de bienestar y protección.
Pero, aunque me había acostumbrado a trabajar de ese modo, con todas las ventajas que ello suponía, y aunque ya era algo conocido para mí, sentía que en el fondo necesitaba algo diferente.
El tema es que ese “necesitar algo diferente” suponía volver a agitar mi mundo, volver a reubicarme y a encontrarme. Cosa que ya había hecho 2 años antes cuando dejé el ámbito hospitalario y de lo que todavía estaba recuperándome y adaptándome.
Pues bien. Cuando llega la oportunidad de salir de mi huevo, de esa mal llamada “zona de confort”, no puedo dejarla escapar.
Y con todos mis miedos e inseguridades decido dar el paso.
Ahora ya no hay una pantalla que me proteja y me haga de escudo. Ahora estoy yo sola, expuesta y decidida a tirar para adelante.
Y sí, hay días en los que me siento capaz, valiente, fuerte e invencible.
Pero también hay otros, como ser humano que soy, en los que siento que esto es demasiado para mí, que me queda grande.
Y no hablo de ayudar y acompañar a pacientes, ya que eso llevo años haciéndolo, es más el tema de gestionar un negocio, de los tiempos, de los números, de la incertidumbre, del llegar a fin de mes, de las expectativas, de la gestión de los fracasos… y todo ese maremágnum de posibles escenarios que hacen que en ocasiones me sienta abrumada y sobrepasada.
Aunque también te diré que, a día de hoy, mis ganas ganan a todos esos miedos.
No pretendo liberarme o deshacerme de mis miedos, ya que son precisamente estos los que me mantienen enfocada y alerta de lo que pudiese pasar, sino que quiero aprender a convivir con ellos y que no interfieran demasiado en mi estado de salud.
Quizás alguna de vosotras ya haya superado esas primeras etapas del emprendimiento y se vea reflejada en alguna de estas palabras. Quizás otras ya estéis en otra fase de vuestro proyecto, en la que todo va sobre ruedas o quizás hayáis sentido que ese no era el camino y hayáis decidido tomar otra vía.
Supongo que hay tantos tipos de emprendimiento como emprendedores hay.
Tengo suerte de sentir que mi familia me apoya en esta aventura. De poder apoyarme en ellos cuando aparecen esos fantasmas y también de festejar cada paso que voy dando.
Y por supuesto, estoy muy agradecida de contar con una “socia” tan decidida y valiente como yo (o más) que hace que todo sea un poquito más fácil.
Este proceso me está ayudando a reencontrarme y a descubrir facetas de mí misma que desconocía.
Es increíble como, cuando crees que ya te conoces, que “eres así”, de repente te ves en un escenario diferente, actuando de un modo distinto al que estabas acostumbrada, poniendo al límite tus capacidades y entonces descubres que eres mucho más de lo que creías ser.
Qué importante es esto de la flexibilidad. Del no encasillarnos. Del permitirnos explorar, avanzar y retroceder tantas veces como haga falta.
Desde “el calorcito de mi hogar” te animo a que saques un poquito la patita de tu zona conocida. A que dejes a un lado esa casilla en la que creías estar, de que te atrevas con eso que te da tanto miedo pero que sientas que sí, que es por ahí.
No es necesario que des un paso enorme, tan solo una pequeña acción diferente para ponerte a prueba y para que te des cuenta de que eres más, mucho más de lo que crees.