Una cosa es innegable.
Nos encanta jugar al juego de “nomedalavida”.
A nuestros quehaceres diarios (trabajo + casa + familia), intentamos sumarles el hacer deporte, el tener la comida planificada, ese “tiempo para mí”, las quedadas con amigos, alguna que otra escapada, esa nueva formación, ese tiempo de calidad con la familia, etc.
Nuestra vida se convierte en un tetris en donde cada pieza debe encajar a la perfección con su compañera, solo así podremos avanzar al siguiente nivel.
Hay días en los que intentamos encajar a la fuerza alguna de esas piezas.
Días interminables en los que se repite la misma pieza una y otra vez.
Y días, en los que todo va como la seda y parece que todo encaja sin el más mínimo esfuerzo.
También hay días en los que mandaríamos el jueguecito a tomar viento.
Cuando jugamos constantemente a este juego de “nomedalavida”, perdemos el foco de lo que realmente es importante para nosotras.
Llenamos los huecos de nuestra agenda con tareas y deberes, y lo que en principio iba a ser una quedada de desconexión con una amiga, se convierte en un hueco de 45 minutos entre ir a hacer la compra y llevar a Pepito al dentista.
Pero es que hacer el “check” con el lápiz de las tareas realizadas siempre da mucho gustirrinín.
Nos hemos convertido en mujeres multitasking (o multitarea si lo prefieres).
Nuestro cerebro se ha reemplazado por un ordenador y nuestras extremidades se han convertido en una serie de artilugios y accesorios a lo “inspector gadget” (seguro que sabes de qué te hablo).
Y en este hacer continuo, nos hemos olvidado del ser.
Esa situación de estrés continuado hace que nuestro organismo pierda su estado de equilibrio, de homeostasis, y este nuevo estado de distrés cronificado se convierte en un caldo de cultivo propicio para la aparición de diferentes patologías y enfermedades.
Llegado a este punto te preguntarás: “vale pero ¿qué tiene que ver todo esto con el título de la newsletter de hoy?”
Pues permíteme querida lectora que te lo explique.
Una de las múltiples maneras que tiene nuestro organismo de intentar combatir este estrés y frenar la inflamación asociada, es a través de la activación de un nervio llamado nervio vago.
Este nervio forma parte de nuestro sistema nervioso parasimpático (SNP), que activa una serie de mecanismos que tienen que ver con un estado de calma y relajación.
El SNP actúa a través de un neurotransmisor llamado acetilcolina, y para que esta se sintetice necesitamos tener biodisponible un compuesto llamado colina.
La colina la encontramos fundamentalmente en el hígado de ternera y en la yema de huevo. También la encontramos, aunque en menor proporción, en el bacalao, salmón y gambas.
De ahí que el consumo de huevo pueda, de forma indirecta, relacionarse con una mayor formación de acetilcolina contribuyendo a un mayor estado de relajación.
Lo que me gustaría que te llevases de todo esto, es que tomes consciencia de cómo ciertos alimentos pueden ayudarnos de algún modo a controlar nuestro estado inflamatorio y a gestionar nuestro estrés.
Si quieres conocer los diferentes mecanismos para activar tu nervio vago y manejar mejor tus niveles de estrés, escribe un comentario con la palabra “vago” y te lo contaré todo en la próxima newsletter.
Vago!
Vago!