La ciencia detrás de los lácteos
Hoy quiero hablarte de un alimento que, al igual que el gluten, genera bastante controversia a la hora de optar o no por su consumo en nuestro día a día: la leche.
Ante un problema del sistema digestivo (cólicos, diarrea, dolor abdominal, etc…) lo que observo es que muchas veces los pacientes se pasan a los lácteos sin lactosa, experimentando en ese momento cierta mejoría en su sintomatología.
Desde entonces, esas personas se etiquetan a sí mismas como “intolerantes a la lactosa”, llenando sus neveras de esos productos de color morado “sin lactosa” y sustituyendo la leche de vaca por cualquier otra bebida de origen vegetal.
Nos centramos en la lactosa cuando, en muchas ocasiones, el problema no reside en la lactosa (el azúcar de la leche), si no en la caseína (la proteína de la leche).
La leche es un alimento formado por distintos componentes: agua, lactosa, grasa, minerales y proteína.
La proteína de la leche, llamada caseína, se subdivide en dos tipos: la caseína A1 y la caseína A2.
La tipo A1 la encontramos principalmente en la leche de vaca, mientras que la A2 la encontramos en la leche de mamíferos más pequeños, como son la oveja, la cabra o la búfala.
De estos 2 tipos de caseína, la que puede generarnos más problemas es la A1, la procedente de las vacas.
En esta proteína se desprende una porción de aminoácidos en su cadena molecular, la beta-casomorfina-7, que puede generar una serie de consecuencias sobre nuestro organismo:
- Estimula el receptor opioide de nuestro cerebro, generando adicción.
- Estimula el receptor opioide de nuestro intestino, generando estreñimiento.
- Actúa sobre la DPP-IV intestinal, alterando sus funciones sobre la regulación del apetito, sobre el metabolismo de la insulina y glucosa y sobre la contractilidad cardíaca.
¿Y qué pasa con el otro subtipo de caseína, la A2?
Como te contaba, la caseína A2 procede de otro tipo de animales diferentes a la vaca (oveja, cabra y búfala). En esta proteína, al contrario de lo que ocurría con la A1, no se desprende la beta-casomorfina-7, por lo tanto, no genera tantos efectos nocivos sobre nuestra salud.
Entonces, ¿debo o no consumir lácteos?
Antes de contestar a esta pregunta, cuestiónate por qué los consumes, y, si es por su contenido en calcio déjame decirte que los lácteos no son necesarios para nuestra salud ósea.
Es más, en países como Holanda, donde se consumen derivados lácteos como si no hubiera un mañana, la prevalencia de osteoporosis es muy superior a la de otros países europeos (pero del calcio ya te hablaré en otro momento).
Respaldándome en lo que dice la ciencia, te aconsejaría que sustituyas la leche de vaca por una bebida de origen vegetal (preferiblemente la de arroz, coco o almendras).
En cuanto a los yogures y quesos, sería mejor opción optar por aquellos que procedan de animales diferentes a la vaca, como la oveja o la cabra y priorizar el consumo de estos alimentos fermentados (como los yogures, el kéfir o los quesos) frente a la leche.
Estos fermentados, además de tener caseína A2, tienen una menor cantidad de lactosa y son más fácilmente digeribles.
Espero haber arrojado algo de luz sobre este tema en particular y que continúes cuestionándote lo que es mejor para tu salud y bienestar.
Y como te digo siempre, si necesitas alguna aclaración o valoración de tu situación personal, no te cortes y escríbeme un correo a hola@emedemarta.com